y verme forzado a cenar con él,
y maravillarme ante lo estúpido de su conversación,
y escarbar algún nexo de unión,
y verlo haciendo lo posible por no pagar
("tú tienes más dinero que yo")
y levantárseme el estómago al ver los modales
de su hijo pequeño,
y recordar que hace sólo cuatro días que me enterado
de la muerte de uno de esos colegas
a los que no hacía falta llamar por teléfono
ni quedar para cenar
que aparecía por las noches
y me daba caña
y me decía qué chungo eres,
y hacíamos proyectos
y nos decíamos
a ver si nos llamamos.
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