viernes, 3 de abril de 2009

el paseo

Bueno, a eso se reducen mis experiencias, a pequeños paseos alrededor del barrio. Hoy la cosa empezó bien. Una pequeña charla sobre las extravagancias light, golden y rubio de las diferentes marcas de tabaco con unos camareros me hizo volver a calibrar las antenas. Siempre que eso pasa, cuando se activa esa parte, hago como el que pone las conversaciones en un plato. Entonces me dispongo a sacar mis cubiertos del bolsillo y a extraer de ese filete algo que me quite el hambre. Así, separo de ese conglomerado de frases hechas los coqueteos con la camarera, los diferentes monosílabos del personaje cascado de al lado, y las palabras sin dientes de viejos, muy viejos que contemplaban su reflejo en la barra de cinc. A veces disfruto con las partes más hechas; otras, con las más crudas, depende del día.
Tras haberme llevado a la boca algunos bocados deliciosos, salgo de mejor ánimo a la calle y el escorzo de dos monjas encorvadas sobre un bebé hace que me entren arcadas. Su madre, inconsciente, ofrecía la pieza, muy orgullosa.
Se acabó el buen rollo.
Con este mal sabor de boca, sigo adelante, no sé cómo. Perdida otra vez la fe, unos pasos adelante, descubro feliz que una mirada enmarcada por un lápiz de ojos muy negro me hace contener el aliento. Me vengo arriba y veo cómo la mirada flota del modo que flotan los faros de los coches en las fotos de larga exposición. Marcando un trayecto; arrastrando tus barcos contra las rocas.
Definitivamente, el paseo me ha quitado el hambre.

miércoles, 1 de abril de 2009