jueves, 26 de agosto de 2010

miércoles, 25 de agosto de 2010

Bacon's studio

Intento decir algo sobre mi último viaje

a manera de resumen

pero no me veo hablando de los murales de Belfast,

ni de las mil tonalidades verdes de Donegal;

igualmente tampoco me veo como cronista de las

extrañas islas de Aran.



Si tengo que seleccionar un momento

quizás sea uno muy atípico,

aquel en que descubrí

el estudio de Bacon.



El estudio de Bacon, trasplantado al centro de

Dublín, y resguardado en un pequeño

y delicioso museo

me recordó esos templos egipcios

que trajeron a Occidente

piedra a piedra

antes de la construcción

de la presa de Aswan.



Me quedé fascinado no sólo

con la inmensidad y el caos de Bacon

sino también con la paciencia con

que habían sido trasladadas

las pinceladas,

con que había sido reproducido

el riguroso

desorden de los objetos.



Como se suele decir ahora

me recreé con esa impostura,

con esa vida encapsulada y reproducida,

y sobre todo disfruté

viendo que pese a todo,

aquello respiraba vida, genialidad;

ese sentimiento que me hace levantarme

y dar dentelladas contra la normalidad,

ese sentimiento, cada vez más

difícil de encontrar ante la domesticación de los

instintos.


Me sentí joven otra vez.