lunes, 29 de septiembre de 2008

una imagen

el patio central alojaba vestidos,
chaquetas, trajes de temporada.

huyendo entré en una sala lateral
obscenamente iluminada
de blanco

una zona nueva y
mis ojos mi cerebro
esforzándose en encontrar
similitudes
simetrías
paralelismos

entonces, en medio de esa blancura
una pieza que desentona
a una altura imposible,

a un metro del suelo
negro sobre blanco
un niño me estaba mirando
de esa manera en que siempre se me quedan
mirando

allí en medio.
tardé unos segundos en etiquetar
lo que tenía enfrente bajo el nombre
"niño"

negro sobre blanco
una piel pálida,
un peto blanco
zapatos del mismo color

pintado encima
pelo cejas ojos negros,
muy negros


rayas blanquinegras
lo envolvían
un compromiso
entre los dos extremos
se establecía en su jersey

asustadizo gato de cheshire.

parpadeé y la visión perdió su encanto.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

una historia

Conmovido por la lectura de "Los girasoles ciegos" y su interés por contar aquellas historias calladas de nuestra postguerra, me atrevo a contar una de esas que necesitan ser contadas.

José provenía de una familia adinerada de un pueblo de la provincia de Cádiz. Aun formando parte de una clase privilegiada, poseía una formación autodidacta muy liberal que le valió para erigirse en el primer alcalde democrático de su pueblo.

José amaba a sus gatos, a su familia y a la lectura. Con los años su biblioteca fue engordando hasta superar los mil ejemplares. Un paseo entre sus libros era un viaje que empezaba en Marx y terminaba en volúmenes dedicados por diversos reyes y papas.

La guerra estalló y fue detenido el primero. Se dijo que fue apresado "porque leía". Parte de sus libros fueron quemados en la puerta de su casa, la otra parte pasó a engrosar la biblioteca eclesiástica.

A diferencia de lo que podamos pensar ahora, las dos españas no fueron configuradas hasta pocos años antes de la contienda; por lo que era común tener amistades, contactos, amigos, en ambos lados.

De este modo, tan pronto como se tuvo noticia de la detención de José en la capital, gerifaltes del nuevo estado golpista salieron a liberar a José, a su amigo.

La carretera que lleva al pueblo podía fácilmente ser controlada desde el cuartelillo de la Guardia Civil, donde José estaba retenido. Rápidamente se vió desde allí un coche lujoso que se aproximaba a la carrera. No había tiempo que perder, en plena noche lo sacaron de su celda y lo ajusticiaron a unos metros. Dicen que se negó a avanzar más y ordenó que lo fusilaran en el momento. Lo fusilaron mientras decía Muero por la República.

Al día siguiente se le envió una carta a su casa, exigiendo su presencia en el cuartelillo. El hijo de José de dieciocho años tuvo que ir para decir que su padre no podría aparecer. Los falangistas empezaron a reirse y entre golpes y escupitajos le decían que su padre tenía que venir a la fuerza. Al ver que no se rebelaba y que asumía prontamente la actitud de vencido no pudieron ajusticiarlo allí enmedio.

En su lugar lo enviaron a distintas contiendas a luchar contra el enemigo. Forzado a ayudar a quienes habían ajusticiado a su padre lo mandaron a todos los frentes. El punto final lo supuso Barcelona, una Barcelona en llamas que abrasó sus piernas con trozos de metralla. Solo entonces le dejaron volver a su pueblo.

Una vez allí presenció cómo las tierras, los automóviles, las reses de la familia habían sido redistribuidas entre los nuevos amos. Tuvo que hacer las maletas e irse, se casó con su novia, y trató de olvidar fundando su propia familia.

Con cuarenta años su higado estalló por el alcohol, y su mujer, con el juicio perdido, tuvo que emigrar a Barcelona con sus cinco hijos donde durante cuarenta años convivieron con la mendicidad, la pobreza, el alcohol y la locura. Hace solo dos meses murió el hijo mayor.

José se apellidaba Sandoval. Era mi bisabuelo.

martes, 2 de septiembre de 2008

Why so serious?



Con la impresión del último Batman en mi cabeza (vista con subtítulos en chino en una ciudad que no deja de ser una Gotham blanca y superficial) doy otrogiro a este blog que lucha desesperadamente por encontrar voz propia.

Dicho esto, al tema: la pasión por la enésima reactualización del horror.

Como bien es sabido por aquellos lectores de dominicales, sección tendencias, la industria cinematográfica parece haberse sacudido por fin, un lustro después, el polvo de ciertas torres caídas. Tras la cara de tontos que se le quedó al personal, este ha conseguido por fin encontrar un lenguaje que articule la sensación de vacío actual y de que todo-va-a-ir-a-peor-a-menos-que-sigamos-entregando-lo-poquísimo-que-nos-queda-de-integridad.

De eso trata ni más ni menos que la figura que nos ocupa: el "Joker" de Nolan-Ledger. Dejando aparte temas escaborosos extracinematográficos acerca de la suerte del actor, quiero centrarme en cuanto nos dice el personaje acerca de las articulaciones y estribaciones del horror contemporáneo.

El tema de la "inversión" fue un tópico de las fiestas medievales en las que el burro, el tonto, el loco, el bufón, ocupaban el trono por un día. Dicha práctica lejos de contener cualquier matiz moderno de crítica o de humildad, servía para reafirmar el "status quo". Tras su celebración, autoridad y cordura salían triunfantes a poner orden.


En la sociedad actual, en la que ya no se habla de capitalismo, al igual que no se habla de la presencia del oxígeno, ¿cuál sería su inversión? El comunismo hace quince años que no nos sirve, así que la contraimagen del presente no sugiere en el público otra actitud que la del terror, el miedo a algo carente de sentido y de orden.


Hasta hace diez años los piratas aéreos secuestraban aviones y los desviaban a países cómplices. La eficiencia imperialista, el apretar más y más el círculo hacia unos cada vez más escasos "países rebeldes" (a la manera de un superheroe encapuchado encarcelando a supervillanos en Arkham) ha forzado la creación de un correlato extremo en el lado de los "malos". Los aviones no son desviados sino que en una cabriola aguijonean el suelo del que se yerguen. He aquí el mayor de los miedos, el surrealismo, la anarquía, el horror por el horror, la supuesta falta de sentido. He aquí donde entra en juego el "Joker".


La raíz del personaje que nos ocupa ya apuntaba maneras. El archienemigo de nuestro superheroe contraponía los tintes oscuros y policiales del murciélago con la bufonada y el colorido; la eficiencia vs. la procacidad. Si bien a fines de los ochenta se intentó dar una visión correcta del personaje, el megalómano Nicholson hizo que no pudieramos ver al Joker sino a Nicholson haciendo del Joker. Tuvieron que pasar veinte años para que la sociedad estuviera preparada para digerir ese Joker de "Dark Knight" el comic de Frank Miller que inspira la película homónima. Dicho comic resucitó al moribundo personaje de Batman, vapuleado tras la deconstrucción del mundo de los superheroes hecha por Alan Moore en "Watchmen".

En "Dark Knight", el cómic, debemos rastrear elementos que a la luz de esta época se nos presentan muy reveladores. Aquí el clima de desasosiego, de la tan temida anarquía, irrumpe de una manera igual o más eficaz que en la película. La figura del "Joker" deja de tener esos contornos naïves, amables, aquellos que atrajeron a Nicholson, y presenta al personaje como el monstruo nacido de las cloacas de la civilización. Algo de lo que todos somos cómplices.

(Un apunte sobre la trascendencia de "Dark Knight", dibujado en los años ochenta, a Miller no se le ocurre otra manera de ilustrar el caos con un avión estrellándose contra una de las torres gemelas de Gotham.)

Tras esta digresión, vuelvo a la película, y me enfrento al porqué de lo terrorífico de este personaje: todo en él resume las características que anidan en el subconsciente americano y por tanto mundial: al diseño "high tech" de los "gadgets" de Batman, se oponen bombas caseras y bazocas, rifles, pistolas y cuchillos (ese arma tan vil); al aspecto pulcro y limpio de los protagonistas, una presencia que rezuma suciedad, un "dirty look" de pelos mugrientos y ropas de pedigüeño; y sobre todo, ese maquillaje fullero e improvisado, la obra de un loco apresurado.

La ubicuidad del Joker, esa sensación de que puede aparecer por cualquier sitio supone la radiografía del miedo; no importa quién se esconda tras del disfraz, da igual que lo encarcelemos, los tentáculos del mal y del terror siempre están dispuestos a cerrarse sobre las gargantas de nuestros hijos.

Como he dicho antes, el horror no está sino en la inversión del mundo y en su mascarada; el rey no sale tan reforzado como cuando el loco asume su papel y la sociedad comprende que cualquier desviación de la norma supondría una estupidez.
El mundo actual necesita más que nunca ver a sus demonios para sacarlos de sus vidas.