me ha hablado de una chica
que cataloga a la gente por colores.
Conducía mientras me contaba
esta historia;
arqueé una ceja
y pedí más detalles.
Según aquella todos somos
un color, un tono.
Con los ojos en la carretera
y la negrura del parabrisas
como pantalla
intenté imaginar los colores que
iba a enumerar.
Su hijo, de un azul eléctrico, radiante,
me pareció bien.
Su hija, de un rosita dulce,
vaya cagada.
Su marido, rojo y negro,
saboreé esa referencia anarquista,
y ese toque de originalidad
para ser rápidamente
desmentido por
un vulgar "rojo pasión",
"negro odio".
La más simpática del trabajo
por lo visto era un arco iris,
y así todo.
Ante mis expectativas frustradas
le pregunté de qué color
había teñido a mi interlocutora;
naranja.
Nos quedamos callados;
ella porque, sin querer, había revelado
sus verdaderos colores;
yo porque, aterrorizado,
temía
que alguien descubriera los míos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario