miércoles, 31 de marzo de 2010



Me quedó
compartir
contigo mil noches
en el St. Moritz y
un café en Montmartre y
un cigarro en Benarés;

nos quedó comer
hariras en Luxor o
reír ante las alambradas
de Phnom Pehn;

también faltó
tomar el enésimo café
en el Bar Italia
del Soho,
disfrutar de La Sirena y
salir borracho de una disco
de Chueca.

Hubiera estado bien caer
en aquel concierto en Christiania,
y beber una cerveza
en las azoteas de Katmandú,

tampoco hubiera estado
mal
aparecer por casualidad
en Els Quatre Gats,
y ver las tribus de Mae Salong,
y movernos por la noche de los
artistas en el Trastevere.

Sí, hubiera estado bien
todo eso,
pero me tengo
que conformar
con aquella noche
en el Pópulo
donde te vi, colega,
brevemente,
por última vez.

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