viernes, 24 de agosto de 2007

El vacío

Caminando por las calles de cualquier bazar, si sabe obviar la profusión de colores y de movimientos, uno se encuentra frente a algo que es muy difícil esquivar. Me refiero a la dureza de las miradas.

Nosotros, a medio camino entre culturas, compartimos algo de la transparencia del norte y de la fijeza del sur (por usar clichés geográficos).

Aún así, nos sentimos traspasados por "el otro" a través de un código social que nos asusta por lo directo e incomprensible.

Caminando por las calles de cualquier gran ciudad europea uno se siente invisible; paseando por Asia o África, uno se siente hiperconsciente de la propia presencia.

Hay una sensación impasible en lo que erróneamente ha pasado a llamarse Oriente, una sensación de vacío que no sabemos dónde encuadrar. Ahí nace la incomprensión, el odio. Hacemos el esfuerzo de intentar comprender el pensamiento del otro, sus impresiones, pero nos falta todo un contexto donde englobarlo.

Solo nos queda luchar por dotar de un significado a esos ojos.

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