allí giré como derviche beodo.
Soñé un cielo que arreciaba y al que se accedía por una boca estrecha.
Mis pies se hundieron entre unos posos oscuros, negros.
Mis dedos abrazaron una tonalidad rosácea que siempre se me escapaba.
A veces me siento
entre Gulliver y el Capitán Haddock.
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