miércoles, 10 de septiembre de 2008

una historia

Conmovido por la lectura de "Los girasoles ciegos" y su interés por contar aquellas historias calladas de nuestra postguerra, me atrevo a contar una de esas que necesitan ser contadas.

José provenía de una familia adinerada de un pueblo de la provincia de Cádiz. Aun formando parte de una clase privilegiada, poseía una formación autodidacta muy liberal que le valió para erigirse en el primer alcalde democrático de su pueblo.

José amaba a sus gatos, a su familia y a la lectura. Con los años su biblioteca fue engordando hasta superar los mil ejemplares. Un paseo entre sus libros era un viaje que empezaba en Marx y terminaba en volúmenes dedicados por diversos reyes y papas.

La guerra estalló y fue detenido el primero. Se dijo que fue apresado "porque leía". Parte de sus libros fueron quemados en la puerta de su casa, la otra parte pasó a engrosar la biblioteca eclesiástica.

A diferencia de lo que podamos pensar ahora, las dos españas no fueron configuradas hasta pocos años antes de la contienda; por lo que era común tener amistades, contactos, amigos, en ambos lados.

De este modo, tan pronto como se tuvo noticia de la detención de José en la capital, gerifaltes del nuevo estado golpista salieron a liberar a José, a su amigo.

La carretera que lleva al pueblo podía fácilmente ser controlada desde el cuartelillo de la Guardia Civil, donde José estaba retenido. Rápidamente se vió desde allí un coche lujoso que se aproximaba a la carrera. No había tiempo que perder, en plena noche lo sacaron de su celda y lo ajusticiaron a unos metros. Dicen que se negó a avanzar más y ordenó que lo fusilaran en el momento. Lo fusilaron mientras decía Muero por la República.

Al día siguiente se le envió una carta a su casa, exigiendo su presencia en el cuartelillo. El hijo de José de dieciocho años tuvo que ir para decir que su padre no podría aparecer. Los falangistas empezaron a reirse y entre golpes y escupitajos le decían que su padre tenía que venir a la fuerza. Al ver que no se rebelaba y que asumía prontamente la actitud de vencido no pudieron ajusticiarlo allí enmedio.

En su lugar lo enviaron a distintas contiendas a luchar contra el enemigo. Forzado a ayudar a quienes habían ajusticiado a su padre lo mandaron a todos los frentes. El punto final lo supuso Barcelona, una Barcelona en llamas que abrasó sus piernas con trozos de metralla. Solo entonces le dejaron volver a su pueblo.

Una vez allí presenció cómo las tierras, los automóviles, las reses de la familia habían sido redistribuidas entre los nuevos amos. Tuvo que hacer las maletas e irse, se casó con su novia, y trató de olvidar fundando su propia familia.

Con cuarenta años su higado estalló por el alcohol, y su mujer, con el juicio perdido, tuvo que emigrar a Barcelona con sus cinco hijos donde durante cuarenta años convivieron con la mendicidad, la pobreza, el alcohol y la locura. Hace solo dos meses murió el hijo mayor.

José se apellidaba Sandoval. Era mi bisabuelo.

No hay comentarios: