miércoles, 12 de agosto de 2009

real visceralismo en el sudeste asiático (1)

Una boda en Soria.
Un paseo por Piccadilly.
La llegada a Bangkok (recepción de caras enfundadas en mascarillas, nos hacen super conscientes de la gripe ¿asiática?, ¿aviar?, ¿o esa nueva que ha sido escondida tras unos dígitos de difícil transcripción?; da igual, solo me recuerdan a esos virus de novela vampírica o de peli de zombies)
La araña que se paseó por la pared de nuestra guest house de Chiang Rai mientras yo leía, y su paseo pareció emanar de mi mente insomne y enferma de jet lag. María Jesús aplastándola con su zapatilla.
El paseo en moto de 160 kilómetros donde nos quemamos con el sol, nos saludaron desde los campos de arroz y un hombre nos regaló una rama de lychees y de un aguardiente que no me atreví a probar.
En songthaew hasta Mae Salong, una francesa sorprendiéndose de mi inglés (oh, yeah!!!), la llegada a Mae Salong, cobijados bajo un portal, empezamos a descubrir los ojos chinos de la población, un niño no nos quita los ojos de encima, asombrado de nuestras caras.
La vuelta del colegio nos sorprende en una terraza, hago fotos donde queda recogido el arco iris de impermeables y sus rostros sorprendidos. La cerveza Chang ayuda a esperar que escampe.
Un paseo de cuatro horas a caballo por los bosques que rodean Mae Salong. La entrada a una aldea Akha, las gallinas y los niños servían de contraste a las antenas de televisión.
Fumamos, bebemos, reímos y nos damos masajes. Ha merecido la pena esperar un año para volver a Asia.

Siguiente estación: Chiang Mai.

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